En la carrera por incrementar los derechos, especialmente de los que se supone más débiles, se determinó otorgarles un feriado al cual no tenían derecho. Como nuestros sabios legisladores saben que sus protegidos son tontitos, supusieron que si sólo se les daba el derecho al feriado, los tontitos iban a sucumbir ante la presión de los empleadores y, renunciando a su libertad, se obligarían a trabajar.
Así, los que hubieran querido ganarse unos pesos más, no pudieron hacerlo, es decir, perdieron su derecho a elegir en qué usar su tiempo disponible en las fechas del Bicentenario.
No fueron consultados, y, en la orgía populista de tanto legislador estúpido, se cercenaron los derechos de muchos en aras de una pretendida acción de justicia que ojalá les quite votos pronto.
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