🇨🇱 Del abuso al deber: la urgente reforma del empleo público en Chile
Por Pablo Larraín Ibáñez
La reciente revelación de que decenas de miles de funcionarios públicos en Chile han utilizado licencias médicas para viajar al extranjero ha sacudido a la ciudadanía con justa razón. No se trata solo de un problema de recursos mal utilizados; es una señal alarmante de la erosión de la ética pública, de la impunidad estructural y del divorcio entre el Estado y sus ciudadanos.
En cualquier país serio, esto habría tenido consecuencias inmediatas. En Singapur, esos funcionarios serían despedidos de manera fulminante, posiblemente enfrentando penas de cárcel. En Japón, la presión social y el sentido del deber los llevaría a renunciar antes de ser sancionados. En Alemania, el sistema disciplinario actuaría con precisión y firmeza, sin necesidad de largos procesos judiciales.
¿Por qué en Chile no ocurre lo mismo? La respuesta está en la estructura misma del empleo público: un Estatuto Administrativo anacrónico, que garantiza estabilidad casi absoluta incluso frente a faltas graves; tribunales lentos y poco especializados; y una cultura institucional que ha normalizado la mediocridad y el abuso, como si el aparato del Estado existiera para servir a los funcionarios, y no a la ciudadanía.
Esta crisis debe ser la oportunidad para una reforma profunda del servicio público chileno. Una que permita sancionar de forma expedita y ejemplar a quienes traicionan la confianza ciudadana. Que cree tribunales administrativos independientes, que use tecnología para detectar fraudes en tiempo real, y que establezca una clara inhabilitación de por vida para ejercer funciones públicas a quienes hayan cometido actos dolosos contra el Estado.
Pero también se necesita algo más difícil: un cambio cultural. Recuperar la idea de que ser funcionario público es un honor, no un privilegio. Que el que trabaja para el Estado se debe, primero y ante todo, al país. Que el empleo público no es un premio, sino una responsabilidad.
Chile no necesita más escándalos. Necesita ejemplos. Necesita instituciones que funcionen, pero sobre todo, personas que entiendan el valor de la integridad. El momento de actuar es ahora. Porque la confianza ciudadana no es infinita. Y hoy, está peligrosamente cerca del quiebre.