sábado, diciembre 05, 2015

Abraham Lincoln at Gettysburg

«Hace ocho décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en la libertad y consagrada al principio de que todas las personas son creadas iguales.
Ahora estamos empeñados en una gran guerra civil que pone a prueba si esta nación, o cualquier nación así concebida y así consagrada, puede perdurar en el tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como lugar de último descanso para aquellos que dieron aquí sus vidas para que esta nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que hagamos tal cosa.
Pero, en un sentido más amplio, nosotros no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y muertos, que lucharon aquí ya lo han consagrado, muy por encima de lo que nuestras pobres facultades podrían añadir o restar. El mundo apenas advertirá y no recordará por mucho tiempo lo que aquí digamos, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí. Somos, más bien, nosotros, los vivos, quienes debemos consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que los que aquí lucharon hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien los vivos los que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que de estos muertos a los que honramos tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron la última medida colmada de celo. Que resolvamos aquí firmemente que estos muertos no habrán dado su vida en vano. Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra».

domingo, octubre 04, 2015

Axel Kaiser, un tipo que propone algo.

Manifiesto: Axel Kaiser, abogado

por Tamy Palma

La gente jura que quienes tienen plata son más felices. Eso es mentira. Sé que hay gente de mucho menos recursos que tuvo una infancia harto más feliz y mejor que la que tuve yo. Mi niñez la recuerdo como un período no muy feliz. Crecí en Villarrica y soy el tercero de seis hermanos. Mis papás se separaron cuando yo tenía ocho. A esa edad tuve que declarar para ver cuál de los dos se quedaba con la tuición de los hijos, y ganó mi papá. Pero antes de eso, ellos tuvieron una muy mala relación, en la que hubo mucho conflicto y un ambiente muy hostil. Recuerdo que en ese momento lo único que pedía era crecer y no seguir siendo niño.

Tengo dudas sobre la existencia de Dios. Cuando era chico le eché la culpa de mis males y de la crisis que pasaba mi familia. Le pregunté muchas veces: ¿Cómo puedes permitir que esto nos esté pasando, Dios? Pensé que él iba a estar ahí para ayudarme, pero no fue así. Me acuerdo de haberlo desafiado en un minuto: tenía siete años y estaba en el lago Villarrica dando vueltas en uno de esos recurrentes episodios críticos. Estaba muy deprimido, amargado y con rabia. Me senté y le planteé que si existía de verdad tenía que demostrarlo arreglando el problema. Si no, significaba que él era una ficción. Y no lo arregló. Por lo mismo, dejé de creer. Hoy soy bastante escéptico y agnóstico, aunque a veces, por si acaso, rezo.

Cuando me conocen y empiezan a hablar conmigo, caigo bien. Algunos no se imaginan lo buena onda que puedo llegar a ser. Pero prefieren meterme por mi aspecto en cajones prototipos de personalidad. Sé que lo mío es extremo: caigo muy bien o muy mal. La gente cree que soy Opus Dei, que estudié en un colegio católico del barrio alto y que milito en la UDI. Todo eso es incorrecto, pero a algunos no les cuadra en su esquema. La gente inteligente no emite juicios así de simplones, y es a ellos a quienes me interesa caerles bien o mal.

No tengo nada de ñoño. Soy bueno para el carrete, aunque en Santiago me da lata salir como lo hacía en Europa, pero igual lo hago. También me encanta bailar. Soy un intelectual atípico, porque todos tienen la fama de ser gallos fomes de los que si el resto baila, ellos se quedan sentados mirando cómo los otros lo pasan bien. Y ellos, los intelectuales, se quedan conversando de la inmortalidad del cangrejo. No tengo nada de eso. Soy de los que a partir de cierta hora me da lata la discusión intelectual y me voy a bailar a fiestas. Prefiero mil veces eso que estar pensando en temas intelectuales. 

No soy pinochetista. Que defienda el modelo de Augusto Pinochet es distinto a ser pinochetista. Pasa que soy un defensor de la libertad. La Constitución que tenemos hoy, firmada por Ricardo Lagos, prácticamente no tiene ningún enclave autoritario del gobierno militar. Si quieren hacer una nueva Constitución -que será sin dudas socialista-, yo me margino de eso. En la izquierda hay una desconexión entre la gente del barrio alto, la izquierda y el pueblo: a la gente lo que le preocupa es que no la asalten, y que la educación y salud funcionen. Los ignorantes son los que quieren cambiar la Constitución. El que cree que cambiándola se arreglarán esas otras cosas, vive en un mundo de fantasía. Pero eso no me hace ser pinochetista.

Lo único que adoro más que la libertad son las mujeres. Nunca me han faltado, porque tengo algo de arrastre entre ellas. Eso sí, a mí me gusta que sean extranjeras y liberales, aunque eso es por defecto, porque las mujeres de otros países son liberales de por sí. Igual, no ando con cualquiera, soy muy selectivo. Si tengo que elegir entre salir a pasarlo bien con dos amigas a bailar o irme a juntar con un premio Nobel de Economía a conversar, prefiero irme con las amigas. Por suerte, nunca me ha faltado en ese ámbito. No me puedo quejar.

No me da lo mismo si un hijo mío sale homosexual, pero lo voy a querer igual. Tengo un ideal que me gustaría cumplir, pero eso no significa que no voy a querer ni aceptar a ese hijo. Tampoco considero la homosexualidad como algo tan grave. Y no porque tenga algo contra ellos, sino porque tengo una cierta visión del mundo y ciertas creencias porque me he formado así, pero aceptaría a ese hijo. ¿Si prefiero que mi hijo sea homosexual? No, preferiría que no fuera gay. Ahora, no creo que serlo sea un problema grave. Peor es tener un hijo deshonesto y que estafe.

Nadie tiene derecho a que alguien le financie la vida. La gente que me critica por haber estudiado con una beca, lo hace de mala fe. Tengo cuatro títulos y tres fueron pagados de manera privada. En la Universidad de Heidelberg me dieron una beca alemana, porque tengo la nacionalidad. Me la gané por mérito, pero una beca no tiene nada que ver con el derecho a la educación gratuita, son cosas completamente distintas. Por lo mismo, la gente que me critica por eso lo hace porque no entiende lo que lee. Una cosa es ganarse una beca y otra es que tú les des educación gratis a todos y tengas un derecho involucrado. Soy totalmente contrario a la educación gratuita y a estudiar cuando las personas quieran, pero las becas no tienen nada que ver con eso.

Me angustia la idea, con la que vivo todos los días, de que eventualmente haya que emigrar de Chile. Me asusta que el país se convierta en un lugar donde no vale la pena tener hijos. Creo que la gente no se ha dado cuenta de eso. Mis antepasados emigraron a Chile escapando de un continente que vivía en guerra, buscando oportunidades, y las encontraron. Pero el panorama de hoy es distinto. A mí no me gustaría que mis descendientes tuvieran que irse del país como sé que ya lo hablan muchos, porque este país se arruinó. Eso me angustia y me persigue todos los días.

Trato de jugar tenis, pero normalmente pierdo. Soy bueno para otras cosas: juego muy bien el pimpón. Pero también troto y nado para tener una vida más sana. No me gustaría morir a causa de enfermedades y, aunque no soy un obsesivo por los deportes, igual como sano, no fumo y tomo muy poco.

No descarto ser político. Si las circunstancias se dan, lo hago. Me han propuesto ser candidato a diputado y senador, pero no quiero serlo. Prefiero influir desde las ideas. Estoy bien dirigiendo la Fundación para el Progreso, aunque no estoy conforme con lo que he logrado. Quiero seguir avanzando y ojalá que esto se multiplique por cien. Ojalá el día de mañana mis ideas sean no sólo las más populares en Chile, sino que en el mundo entero. No sueño con andar en Ferraris, aunque me encantaría tener esa posibilidad, pero eso no me hará más o menos feliz. Yo, en realidad, sueño con cambiar el mundo.

jueves, julio 02, 2015

La gran huelga que cambió Gran Bretaña

Nada es lo mismo en el Reino Unido desde el paro minero de 1984 que, aunque derrotado, ejemplifica qué es y qué fue este país.

Reporteros, cámaras y fotógrafos los esperaban a la entrada de sus trabajos para inmortalizar el gesto de la derrota. 52 semanas después, los trabajadores británicos del carbón hacían cola a la puerta de sus minas tras una de las mayores huelgas jamás vistas. Regresaban de una lucha titánica que había dejado atrás 11.000 arrestos, tres muertes y, por lo que parecía, unos claros derrotados: ellos mismos. Ninguna de sus exigencias había sido aceptada y, a la postre, el fin de esta huelga de 1984-85 significó la decadencia de unos sindicatos que vieron descender su influencia enormemente, reduciéndose sus afiliados casi a la mitad en 35 años años (del 79 al 2004). El potente movimiento obrero británico comenzaba su larga cuesta abajo. Aunque de esto último, en aquellas largas filas, los mineros aún no sabían nada. Para ellos solo había sido una batalla más, la guerra aún no había finalizado.
En ese 5 de marzo de 1985 las mieles de la victoria (o lo que se quiso ver como una victoria) eran para otros. En los periódicos se ensalzaba la determinación del gobierno conservador, personalizada en su líder y primera ministra, una Margaret Thatcher que se apuntaba una mención especial en su infame curriculum de Dama de Hierro, al no ceder ni un milímetro ante la resistencia minera. El fanatismo neoliberal cosechaba su primera gran victoria de muchas y la gran mayoría de los medios británicos, con Rupert Murdoch a la cabeza, lo celebraban.
Pero es en las palabras del por aquel entonces obispo de Durham, David Edward Jenkins, en donde encontramos una pizca de visión no oficialista que no fue ofrecida por los medios en su momento. Conocido por su oposición a las políticas de Thatcher, Jenkins afirmaba que lo ocurrido durante aquel año no significaba únicamente la derrota de los mineros, sino también del gobierno de los conservadores y del país en general. Y el tiempo ha terminado por demostrar que, sino una derrota, los acontecimientos de 1984 explican el cambio entre lo que Gran Bretaña era y lo que actualmente es.

Las 52 semanas

En marzo de 1984 el Consejo Nacional para el Carbón (NCB, en sus siglas en inglés), el organismo público encargado de la gestión de las minas británicas, nacionalizadas desde 1947, anuncia el cierre de 20 de ellas, con la subsecuente pérdida de 20.000 puestos de trabajo. La maquinaria sindicalista se pone en marcha y la Unión Nacional de Mineros (NUM) llama a la huelga el 12 de marzo de 1984.
Liderados por su presidente Arthur Scargill, una especie de némesis de Margaret Thatcher en esta historia, la unión minera volvía a convocar un paro general tras más de diez años. La fuerza de este sindicato era innegable: una década antes, otra huelga del carbón había sido una de las principales razones que tumbaron el gobierno torie de Edward Heath. Pero eso no volvería a ocurrir.
Desde el comienzo de la huelga, la NUM arrastró un peso que la lastró día tras día: el no haber organizado una votación nacional que llamase al paro indefinido, el cual había sido convocado por la ejecutiva nacional. Ese, junto a la violencia de los piquetes, fue el principal filón por el que el partido conservador y los medios afines mellaron a la Unión durante los primeros meses. Además, patronal y gobierno pusieron en marcha todas sus fichas. Mientras los primeros regalaban cestas de Navidad a las familias de los mineros que regresaran al trabajo, el gobierno, haciendo valer una ley de 1980, negaba las ayudas del estado a los huelguistas y a todos aquellos que dependieran de ellos (hijos o mujeres sin trabajo).
En una disputa que cada vez se ponía más cuesta arriba para los mineros, el 30 de noviembre de 1984 un trágico hecho sacude a todo el país. Un taxista de Cardiff, que transportaba hacia su trabajo a un minero que no secundaba la huelga, fallece tras ser aplastado por una piedra. Ese bloque de cemento de medio metro, lanzado por dos trabajadores en huelga, fue un peso que la NUM nunca pudo levantar. El partido laborista y la TUC, la mayor unión sindical, que mostraran un tibio apoyo a la huelga hasta el momento, condenaron enérgicamente el incidente y, en una vasta generalización, los métodos de la NUM. La disputa quedó sentenciada y los cuatro meses restantes solo vieron un descenso del número de huelguistas y de apoyos entre la sociedad. El 5 de marzo Arthur Scargill anuncia una vuelta al trabajo sin condiciones. Las 52 semanas de la gran huelga habían terminado.

Una nueva Gran Bretaña

La huelga minera del 84 ejemplifica el cambio sufrido por todo el Reino Unido a comienzos de esa década. Los poderosos sindicatos languidecieron en un país que emprendía su camino del industrialismo a la economía financiera. Las comarcas del norte de Inglaterra y del sur de Gales, el motor de aquel país, sufrieron durante años la conversión industrial que dejó tras de sí un reguero de pueblos olvidados y ciudades grises, de comunidades que habían perdido para siempre su fuente de vida. 1984 acabó por trazar esa raya entre el norte pobre y el boyante sur, representado por la City, el centro financiero de Londres. Algo que los aficionados sureños de fútbol se encargaron durante años de recordar a sus vecinos, cuando los recibían a su llegada ondeando billetes de cinco y diez libras.
Todo ha cambiado en Gran Bretaña desde los 80. Los conservadores siguen aún a día de hoy pagando su particular factura de sus políticas de esos años. En las antiguas ciudades industriales del norte y del centro de Inglaterra el partido de David Cameron consigue tan sólo un 16% de los escaños en juego y en el ayuntamiento de Liverpool son los séptimos más votados (detrás de, por ejemplo, Los Verdes, el Sindicato Unionista y Socialista y de un candidato independiente). Y qué decir de las celebraciones con champán que, paralelamente al funeral de estado, se llevaban a cabo en las antiguas regiones mineras el día de la muerte de Margaret Thatcher, la enemiga por excelencia de la clase obrera.
Los laboristas, por su parte, después de su dubitativo apoyo a la huelga del 84, abandonaron en 1995 su romántica Cláusula IV, aquella que garantizaba “la propiedad común de los medios de producción, distribución e intercambio…”. Ese fue el comienzo del Nuevo Laborismo de Tony Blair y de la senda que ha llevado a los hoy dirigidos por Ed Miliband a lo que son, un ente indefinido que, como todos los supuestos partidos socialdemócratas europeos, no encuentra una respuesta firme a la situación actual. Un eterno quiero y no puedo del que no parecen poder (o querer) salir.
Definitivamente, ya queda menos de aquella Gran Bretaña urbana y obrera, de mods y rockers, de skins y punks, de reggae, ska y toda expresión callejera que uno se pudiera imaginar. Ahora, como ejemplo de lo que es y de lo que fue, uno se puede encontrar viajes turísticos por las preciosas y abandonadas minas de carbón del sur de Gales. Una extraña forma de conservar, aunque sea embalsamado, una pizca de ese espíritu, ese que irradiaba de las largas colas de mineros en la mañana del 5 de marzo de 1985.

martes, junio 30, 2015

A Propósito de Huelgas Largas

HUELGA MINERA

HUELGA MINERA (1984)
Resumen tomado del libro “Los Años en Downing Street “, Margaret Thatcher, 1993.
En el mejor momento de la industria del carbón, en vísperas de la I Guerra Mundial, daba trabajo a más de un millón de hombres en más de tres mil minas, y la producción alcanzaba los 292 millones de toneladas. A partir de ese momento, su declive fue ininterrumpido y las relaciones entre mineros y propietarios fueron frecuentemente amargas. Tras la guerra, sucesivos gobiernos se vieron arrastrados, cada vez más profundamente, a la tarea de racionalizar y regular la industria del carbón. Finalmente, en 1946, el Gobierno Laborista de posguerra acabó nacionalizándola. En los años setenta, la minería del carbón había llegado a simbolizar lo que funcionaba mal en Gran Bretaña. En Febrero de 1972, la simple presión numérica de los piquetes encabezados por Arthur Scargill obligó a cerrar el depósito de coque de Saltley en Birmingham. El acceso del señor Scargill a la presidencia del sindicato a finales de 1981 representó un hito significativo. Tanto el poder de la NUM (Sindicato Nacionel de Mineros, siglas en ingles) como el temor que inspiraba, quedaban en manos de aquellos cuyos objetivos eran descaradamente políticos. Quedó fundamentalmente en manos de Nigel Lawson, ministro de Energía desde Septiembre de 1981, la tarea de acumular, de manera continua y del modo menos provocador posible, las reservas de carbón precisas para permitir al país hacer frente a una huelga minera. Era esencial que las reservas de carbón se almacenaran en las centrales energéticas y no en las minas, donde los piquetes de mineros podían hacer imposible su traslado.  En términos económicos, las razones para cerrar algunas minas seguían siendo abrumadoras. Incluso los laboristas lo habían reconocido: el Gobierno Laborista había cerrado 32 minas entre 1974 y 1979. No obstante, el señor Scargill negaba la necesidad económica de estos cierres. Mantenía que no debía cerrarse ni una sola mina a menos que estuviera literalmente agotada y, de hecho, negaba la existencia de “minas no rentables”.
Los términos acordados en Enero de 1984 eran extremadamente generosos: se pagaría la suma de 1.000 libras por cada año de trabajo. El programa estaría en vigor tan sólo dos años, por lo que un trabajador que hubiera pasado toda su vida laboral en las minas obtendría más de treinta mil libras. MacGregor proponía 20.000 rescisiones de contrato para el año siguiente (1984-1985). Confiábamos en que fuera posible alcanzar esta cifra sin que nadie se viera obligado a abandonar las minas contra su voluntad. Se cerrarían alrededor de veinte minas y la capacidad de producción anual se vería reducida en 4 millones de toneladas al año. Mientras continuaban las conversaciones, empezaron a volar acusaciones sobre una “lista negra” de minas a cerrar. La retórica de los líderes de la NUM se alejaba cada vez más de la realidad (en especial, de la realidad económica de que la industria del carbón recibía 1.300 millones de libras en subvenciones salidas del bolsillo de los contribuyentes en 1983-1984). Daba la impresión de que el señor Scargill estaba  preparando a sus tropas para ir a la guerra. No obstante, el sindicato tenía como tradición solicitar el voto de sus miembros antes de emprender una huelga, y existían buenos motivos para pensar que el señor Scargill no obtendría la mayoría necesaria (55 por ciento) para convocar una huelga nacional en un futuro inmediato.
El Jueves 1 de Marzo la NCB (Junta Nacional del Carbón) anunció el cierre de la mina de Cortonwood en el estado de York. Como protesta ante la medida, y basando su autoridad en una votación local realizada dos años antes, la ejecutiva del sindicato minero del área de York (de donde era originario  Scargill), caracterizada por su radicalismo, convocó una huelga. Aquel mismo día la NUM escocesa convocó una huelga a partir del 12 de Marzo. Durante las dos semanas siguientes cayó sobre las áreas mineras el peso brutal de las tropas de choque de los sindicatos y, por un momento, pareció que la racionalidad y la decencia quedarían aplastadas. El primer día de conflicto había 83 minas funcionando y 81 cerradas. En 10 de éstas, según me comunicaron, el trabajo se había interrumpido más a causa de los piquetes que por el deseo de sumarse a la huelga. A final del día, el número de minas en las que se había suspendido el trabajo había llegado casi a cien . El Miércoles por la mañana sólo seguían trabajando con normalidad 29 minas. En aquel momento del conflicto, la violencia estaba centrada en Nottingham, donde los piquetes volantes del condado de York luchaban denodadamente por asegurarse una victoria rápida. No obstante, los trabajadores de Nottingham siguieron adelante con su votación y aquel Viernes los resultados de ésta mostraron que un 73 por ciento estaba en contra de la huelga. Las votaciones por zonas realizadas el siguiente día en las minas del centro, noroeste y nordeste de Inglaterra se saldaron también con una gran mayoría en contra de la huelga. En total, de los 70.000 mineros que votaron más de 50.000 lo hicieron a favor de seguir trabajando. A comienzos de la huelga, Michael Havers ( Attorney-General for England and Wales and Northern Ireland)  hizo una lúcida declaración en una respuesta escrita a la Cámara de los Comunes, en la que exponía el alcance del poder policial para hacer frente a los piquetes, incluyendo la capacidad (mencionada anteriormente) de hacerles retroceder antes de llegar a su destino, cuando existen razones suficientes para pensar que puede producirse una alteración del orden. Para que la ley y el orden prevalezcan es vital que actos criminales tan visibles como los que se produjeron durante la huelga sean castigados rápidamente: el pueblo necesita ver que la ley funciona.
Al llegar la última semana de Marzo la situación estaba ya bastante clara. No parecía nada probable que se pudiera poner un fin rápido a la huelga. En la mayor parte de las minas, la fuerza del señor Scargill y de sus colegas era muy grande, y no sería fácil vencerles. Sin embargo, cuando a lo largo de los dos años anteriores elaborábamos nuestros planes ante la eventualidad de que surgiera un conflicto similar, no habíamos contado con que se fuese a extraer nada de carbón en caso de huelga; pero, de hecho, una parte sustancial de la industria del carbón seguía en activo. Si conseguíamos trasladar el carbón extraído hasta las centrales térmicas, multiplicaríamos nuestra capacidad de resistencia. Cuando sir Robert Day me entrevistó en el programa Panorama el Lunes 9 de Abril, defendí firmemente la actuación de la policía durante los enfrentamientos: La policía defiende la ley, no al Gobierno. Éste no es un enfrentamiento entre los mineros y el Gobierno, es una disputa entre mineros […]. La policía tiene a su cargo la defensa de la ley… y lo ha hecho espléndidamente. Pocos días más tarde la policía se encontró en un frente de combate diferente.
El 17 de Abril, mientras vigilaba una manifestación pacífica, la agente de policía Yvonne Fletcher fue abatida en St. James Square por fuego de ametralladora procedente de la Embajada de Libia. Todo el país quedó sobrecogido. A pesar de ello, el señor Scargill entró en contacto con funcionarios libios. Un miembro de la NUM llegó incluso a entrevistarse con el Coronel Gaddafi con la esperanza de obtener dinero para seguir adelante con la huelga. Parecía como si existiera una insondable alianza entre aquellas dos fuerzas del desorden. Había signos de que muchos mineros estaban perdiendo su entusiasmo inicial y empezaban a cuestionar las previsiones del señor Scargill sobre la capacidad de resistencia de las centrales térmicas. Los líderes sindicales respondieron incrementando las asignaciones que pagaban a los piquetes (no pagaban nada a los huelguistas que no participaban en ellos) y reclutando gente ajena a los mineros para la tarea. Se produjo una escalada generalizada de la violencia. Evidentemente, la táctica consistía en lograr la máxima sorpresa, concentrando en un plazo muy breve de tiempo a un gran número de piquetes en una mina determinada. Hay personas que están utilizando la violencia y la intimidación para imponer su voluntad a otros. Están fracasando por dos motivos: en primer lugar gracias a nuestra magnífica fuerza policial, que está bien entrenada para cumplir con su deber valerosa e imparcialmente. En segundo lugar porque, en su inmensa mayoría, las personas de este país son ciudadanos honrados, decentes y respetuosos de la ley, que desean que ésta sea acatada y se niegan a dejarse intimidar. Rindo tributo al valor de quienes han acudido al trabajo atravesando los piquetes […] El imperio de la ley debe prevalecer sobre el de la violencia. El objetivo de las intimidaciones no eran sólo los mineros que iban al trabajo; también corrían peligro sus esposas e hijos.
El Martes 31 de julio hablé en un debate de la Cámara de los Comunes. No me anduve con rodeos: El Partido Laborista es un Partido que apoya todas las huelgas, sea cual sea su pretexto y por dañina que resulte. Pero, por encima de todo, es el apoyo del Partido Laborista a los mineros en huelga frente a los mineros que desean seguir trabajando lo que priva definitivamente de toda credibilidad a su afirmación de que representa los verdaderos intereses de la población trabajadora en este país. A continuación me dirigí a Neil Kinnock: El líder de la oposición no dijo una palabra respecto a la necesidad de una votación hasta que la NUM cambió sus normas, rebajando la mayoría necesaria. Acto seguido declaró ante la Cámara que una votación a nivel nacional del sindicato minero era una perspectiva más clara y próxima. Esto ocurrió el 12 de Abril, la última vez que le hemos oído hablar del tema. Pero el 14 de Julio apareció en un mitin de la NUM y dijo: “No hay más alternativa que la lucha: todos los demás caminos están cerrados”. ¿Qué ha sido de la votación? No hubo respuesta alguna. Finalmente, el Martes 7 de Agosto, dos mineros de Yorkshire denunciaron a la rama local de la NUM ante el Tribunal Supremo por convocar una huelga sin votación previa. Esto fue el golpe decisivo, y tuvo como consecuencia última el embargo de la totalidad de los bienes del sindicato minero. Un indicador del grado de frustración al que habían llegado los sindicalistas militantes fue el aumento de la violencia contra los mineros que continuaban trabajando y sus familias. En opinión de la policía se había producido, al parecer, un cambio de táctica por parte de los líderes de la NUM: desalentados por el fracaso de los piquetes, parecían haber decidido emprender una guerra de guerrillas basada en las amenazas a las personas y las empresas. Los mineros esperaban con ansia el invierno, cuando la demanda de electricidad alcanza su techo y la probabilidad de restricciones aumenta. A comienzos de Septiembre, en la Conferencia de la TUC( Congreso de Sindicatos), la mayoría de los sindicatos —con la fuerte oposición de los trabajadores del sector eléctrico y energético— se comprometieron a apoyar a los mineros, aunque en la mayor parte de los casos no tenían intención alguna de hacerlo. Mientras tanto, el señor Scargill reafirmaba su punto de vista de que no existía el concepto de “pozos no rentables”; tan sólo existían explotaciones en las que no se habían realizado las inversiones necesarias. Era crucial para el futuro de la industria del carbón, y para el del propio país, rebatir de forma palmaria y pública la afirmación de la NUM de que no debían cerrarse los pozos no rentables, y que quedara desacreditado de una vez por todas el recurso a la huelga con fines políticos.
Fue también en Septiembre cuando conocí personalmente a algunas de las integrantes de la campaña “Vuelta al trabajo”, emprendida por las esposas de los mineros. Sus representantes vinieron a verme al Número 10 de Downing Street y me sentí conmovida por el valor de aquellas mujeres, cuyas familias se veían sometidas a todo tipo de abusos y amenazas. Me dijeron que la mayor parte de los mineros seguía sin comprender hasta donde llegaba la oferta salarial y los planes de inversión de la NCB: había que hacer mayores esfuerzos para hacer llegar su mensaje a los mineros en huelga, muchos de los cuales dependían de la NUM para obtener su información . Me confirmaron que mientras continuaran las conversaciones entre la NCB y la NUM, o hubiera perspectivas de que se reanudasen, resultaría extremadamente difícil convencer a los hombres para que volvieran al trabajo. Me explicaron el chantaje al que se habían visto sometidas pequeñas tiendas de las zonas mineras para que suministraran mercancías y alimentos a los mineros en huelga, y como estos productos estaban siendo retenidos para que no llegaran hasta los mineros que continuaban trabajando. Tal vez lo más chocante de todo lo que escuché fue que, en algunas áreas, los gestores locales de la NCB no estaban particularmente ansiosos por promover una vuelta al trabajo y que, en un área en particular, estaban tomando partido activamente en favor de la NUM para que no se produjera. En aquella industria excesivamente impregnada de política sindical nada me parecía ya imposible. Por supuesto, lo vital para aquellas mujeres era que la NCB hiciera todo lo posible por proteger a los mineros que habían encabezado la vuelta al trabajo, transfiriéndoles en caso necesario a otros pozos donde hubiera menos militancia sindicalista, y dándoles prioridad en las solicitudes de extinción de contrato. Les dije que no les abandonaríamos —y creo que cumplí mi palabra— y que todo el país estaba en deuda con ellos. La señora McGibbon, esposa de un minero de Kent que continuaba trabajando, intervino en la conferencia del Partido Conservador describiendo las amargas experiencias que habían sufrido ella y su familia. La vileza de las tácticas de los huelguistas no conocía límite. Incluso sus hijos pequeños se habían convertido en su objetivo: les habían amenazado con que sus padres morirían. Poco después de su intervención, el Morning Star publicó su dirección. Una semana más tarde su hogar fue atacado. El 11 de Septiembre se constituyó un Comité Nacional de Mineros partidarios de la vuelta al trabajo (National Working Miners’ Committee).
El Domingo 28 de Octubre el Sunday Times reveló que un miembro de la NUM había visitado Libia y había apelado personalmente al coronel Gaddafi, pidiéndole apoyo. A comienzos de Octubre, él mismo Scargill  (viajando con el alias de Mr. Smith) había visitado París, acompañado por su colega Roger Windsor, para entrevistarse con representantes del sindicato comunista francés, la CGT. En la reunión estuvo presente un libio que, según el señor Scargill afirmó posteriormente, era un representante de los sindicalistas de aquel país (una rara especie sin duda, ya que el coronel Gaddafi había disuelto todos los sindicatos tras su acceso al poder en 1969). Parece probable que Gaddafi hiciera una donación a la NUM. Aunque no se sabe cuál fue su importe, se ha sugerido una suma de 150.000 libras. La visita del señor Windsor a Libia fue una continuación de la reunión de París. Está demostrado más allá de toda duda que la NUM recibió también una aportación procedente de otra fuente igualmente improbable: los inexistentes “sindicatos” de Afganistán, por aquel entonces controlado por los soviéticos. En Septiembre habían empezado a aparecer informes de que la NUM estaba recibiendo ayuda de los mineros soviéticos
La NCB aprovechó el momento para lanzar una campaña en favor de la vuelta al trabajo. Se anunció que los mineros que se reintegrasen antes del Llunes 19 de Noviembre recibirían una sustanciosa bonificación de Navidad. Justo después de realizarse la oferta, volvieron al trabajo 2.203 mineros, seis veces más que la semana anterior.  Yo era más consciente de las dificultades que planteaba. Manifesté que existían tres principios a los que debíamos mantenernos fieles. En primer lugar, toda conversación sobre el futuro de la industria debía tener lugar tras la vuelta al trabajo. Además, no debía acordarse nada que socavara la posición de los mineros que habían seguido trabajando. Por último, era esencial impedir que la NUM afirmara que el programa de cierre de pozos había sido retirado o incluso que no habría cierres mientras duraran las negociaciones. Tenía que quedar bien claro que la NCB era libre de emplear el procedimiento de revisión de minas ya existente con arreglo a las modificaciones previstas en el acuerdo con la NACODS (The National Association of Colliery Overmen, Deputies and Shotfirers,Asociasion Nacional de minas del carbon, diputados y dinamiteros)  ). Al acabar el año, nuestro principal objetivo era favorecer la reincorporación de los mineros al trabajo a partir del 7 de Enero, primer Lunes laborable del nuevo año. Según avanzaba el mes de Enero, el ritmo fue en aumento. A mediados de mes, casi 75.000 miembros del sindicato minero habían abandonado la huelga y el ritmo de vuelta al trabajo se aproximaba ya a los 2.500 trabajadores a la semana. Estaba claro que el fin estaba cerca.
Scargill seguía afirmando en público que no estaba dispuesto a aceptar el cierre de pozos por motivos económicos. Me reuní con Norman Willis y otros líderes sindicales en el Número 10, la mañana del Martes 19 de Febrero. Por parte del Gobierno me acompañaban Willie Whitelaw, Peter Walker y Tom King. La reunión se desarrolló en un ambiente cordial. Norman Willis hizo una exposición muy ajustada a la realidad sobre la posición negociadora de la NUM. Como respuesta, dijo que apreciaba los esfuerzos de la TUC. También yo deseaba que la huelga se resolviera lo antes posible, pero esto exigía una clara solución a las cuestiones básicas del conflicto. Una resolución eficaz del conflicto requería una clara comprensión de cuáles eran los procesos pertinentes para proceder al cierre de los pozos, el reconocimiento del derecho de la NCB a gestionarlos y tomar las decisiones finales, y la aceptación de que la Junta tomaría en consideración el rendimiento económico de los pozos a la hora de decidir. Resultaba ya evidente para los mineros y la opinión pública en general que la TUC no estaba dispuesta a impedir que los acontecimientos siguieran su curso, ni tenía capacidad para hacerlo. Los mineros estaban volviendo al trabajo en gran número y el ritmo iba en aumento. El Miércoles 27 de Febrero se alcanzó la cifra mágica: más de la mitad de los afiliados a la NUM habían abandonado ya la huelga.
El Domingo 3 de Marzo, en una conferencia de delegados de la NUM, se votó a favor de la vuelta al trabajo, en contra de los consejos de Scargill. Así ocurrió, a lo largo de los días siguientes, incluso en las zonas de mayor militancia. Aquel Domingo concedí una entrevista a los periodistas en el exterior del Número 10. A la pregunta de quién había ganado, si es que había ganado alguien, repliqué: Si alguien ha ganado han sido los mineros que permanecieron en el trabajo, los estibadores que permanecieron en el trabajo, los trabajadores del sector de la energía que permanecieron en el trabajo, los conductores de camiones que permanecieron en el trabajo, los ferroviarios que permanecieron en el trabajo y los directivos que permanecieron en el trabajo. En otras palabras, toda la gente que hizo que las ruedas de Gran Bretaña siguieran girando y que, a pesar de la huelga, logró una producción global récord en el país el año pasado. Ha sido toda la población trabajadora de Gran Bretaña la que ha mantenido en marcha el país. Así terminó la huelga. Había durado casi exactamente un año.
La huelga estableció sin lugar a dudas la evidencia de que la industria del carbón británica no podía ser inmune a las fuerzas económicas, que se aplican tanto en el sector público como en el privado. A pesar de las fuertes inversiones, el carbón británico ha sido incapaz de competir en los mercados mundiales y, como resultado, la industria británica del carbón ha sufrido un declive aún mayor de lo que ninguno de nosotros había previsto en tiempos de la huelga. Con todo, el conflicto minero siempre tuvo motivos que iban mucho más allá del problema de los pozos no rentables. Fue una huelga política, y por ello su resultado tuvo un alcance que trascendía con mucho la esfera económica. Desde 1972 a 1985, la opinión al uso mantenía que Gran Bretaña sólo era gobernable con el consentimiento de los sindicatos. Ningún Gobierno podía realmente sobrevivir a una huelga importante, especialmente a una huelga del sindicato minero —y menos aún salir victorioso. Incluso cuando estábamos introduciendo reformas en las leyes sindicales, superando conflictos menores como la huelga de las acerías, mucha gente, y no solo de izquierda, seguía pensando que los mineros tenían en su mano el veto definitivo, y que algún día lo utilizarían. El día de la confrontación había llegado y había tocado a su fin. Nuestra determinación de hacer frente a la huelga animó a los sindicalistas de a pie a hacer frente a los activistas de la organización. Lo que el resultado de la huelga dejó perfectamente claro fue que la izquierda fascista no conseguiría hacer ingobernable Gran Bretaña. Los marxistas querían desafiar las leyes del país con el fin de desafiar las leyes de la economía. Fracasaron y, al hacerlo, demostraron hasta qué punto son mutuamente interdependientes una economía libre y una sociedad libreEs una lección que nadie debería olvidar.

jueves, junio 18, 2015

Comentario a un programa radial de Lavín y E. Matthei

Un Lavín mesurado con una Matthei desmesurada, disparan desde su trinchera.
¿Se puede ganar la guerra así?
¿Con dos buenos soldados disparando igual como ocurre en las sobremesas de los opositores?
Nada más inefectivo.
Mientras tanto, los que gobiernan, que tienen el poder y los votos, aprueban leyes nefastas.
¿Dónde está la oposición? Me pregunto por la oposición y no por los opositores que son hoy mayoría.
A los opositores se les encuentra en todos lados, pero la oposición, esa organización política que propicia un proyecto alternativo, no está en ninguna parte.
¿Por qué? Fácil. Porque las ambiciones personales superan con mucho el cariño por Chile.
Piñera al aguaite, dañado por las irregularidades en Chilevisión, esperando ser la única alternativa.
Allamand buscando ser el elegido por algún golpe del destino, Hernán Larraín mostrando liderazgo débil y ahogado en líos de boletas. Kast, esperando que lo inflen, y, la Evelyn, honesta, pero sin apoyo de los partidos, disparando de la trinchera en que la pongan mientras el país se desmorona.
Imagino una oposición articulada, con una voz, con un proyecto, con valentía defendiendo las bondades de la libertad. Imagino lo fácil que es en el terreno de las ideas, dada la coincidencia de pensamiento de los partidos de derecha.
No obstante, nada de eso se ve, sólo desarticulación y francotiradores que ocasionalmente matan a un gorrión como Peñailillo, pero que no significan una oferta al país que los observa.
Al otro lado, comunistas y decés, en una convivencia insólita, dan clases de manejo político para mantener el poder. Dañan a medio mundo, pero a fin de mes están las dietas y viáticos esperando y así ha sido por muchos años.

viernes, enero 23, 2015

Para superar el ingreso medio (David Gallagher)

Para superar el ingreso medio

Con razón se habla de la trampa del ingreso medio. Es casi imposible superarla. Porque cuando un país llega a esa etapa, las prioridades cambian, y los esfuerzos por crecer aflojan. La gente ya tiene satisfechas sus necesidades básicas, sin entender mucho con qué políticas públicas lo logró, y en vez de esa abstracción que es el crecimiento, quiere más bienestar. Por otro lado las penurias de antaño se olvidan; y los bienes materiales adquiridos no atraen tanto como cuando eran inaccesibles, sobre todo si se compraron con deuda. Para muchos jóvenes, estos bienes llegan incluso a parecer superfluos, y les brota una nostalgia romántica por un pasado anterior al consumo, uno de vida simple, donde todos éramos solidarios y no era necesario competir.

Frente a eso ¡qué difícil defender el capitalismo! Con la desigualdad que parece acarrear. Con sus crisis, como la de 2008-9, que todavía tiene a más de un tercio de los españoles jóvenes sin trabajo. Con la caótica volatilidad de sus precios clave, como recién el del petróleo. Con empresarios coludidos o fraudulentos, con afán de adueñarse de la política. No solo en Chile. En el Reino Unido, hubo bancos que se coludieron hasta para manipular la tasa LIBOR; y en Estados Unidos, Obama no logra subir el magro impuesto que pagan algunos mega ricos, por su influencia como financistas de los republicanos.

¿Cómo se defiende el capitalismo en esas circunstancias? ¿Con un dictamen como el de Churchill sobre la democracia, cuando dijo que era "el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los demás"? ¿Con el argumento de que el ser humano propende a ser flojo y abusador, y que por tanto es vital darle los incentivos que ofrece la propiedad privada, y a la vez obligarlo a competir, bajo el imperio de la ley? Difícil que no suene más atractivo aquel socialismo que apuesta al amor fraternal, a una sociedad motivada por incentivos morales, donde la ley es apenas necesaria.

Claro que ese socialismo ideal nunca ha existido, y es falaz contrastarlo con el capitalismo real. El verdadero socialismo con que habría que compararse es el de Cuba o el de Venezuela. Pero siempre habrá quienes objeten que esos países solo equivocaron el buen camino.

Tal vez haya una importante lección allí. Los seres humanos seremos egoístas pero también nacemos con un profundo sentido de la justicia, e insistimos en querer vivir en una sociedad justa y moral. Por eso no basta cuando la derecha promete nada más que buena gestión, y el capitalismo nada más que crecimiento. Es imperativo demostrar la moralidad inherente al mismo capitalismo de mercado; y cuando esta se queda corta, legislar para que aflore.

Habría que comenzar explicando mejor los fundamentos morales de la competencia y de la propiedad privada. Pero con eso no basta. Cabe, también, que los empresarios asuman el profundo sentido de responsabilidad social que les corresponde tener, la gratitud que les debería nacer, las ganas de retribuirle a la sociedad que ella les debería despertar. Lo que en Estados Unidos llaman "give back". Es lo que en ese país inspira a filántropos como Bill Gates y Warren Buffet, quienes han montado un "club" de -hasta ahora- 128 billonarios, todos dispuestos a donar como mínimo la mitad de su patrimonio. Por algo es tan poco cuestionado el capitalismo en Estados Unidos, a pesar de sus ocasionales desmanes.

Es imposible pasar a ser un país de ingresos altos sin un robusto capitalismo de mercado. Para eso los políticos tienen que mantener firme el timón cuando hay crisis o cuando cambian las modas. Pero es igual de imprescindible que los empresarios sean nobles y generosos; que se conviertan en ejemplos inspiradores para la sociedad.

(El Mercurio, 23 de enero de 2015)