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Tell that to the young folk these days and they won't believe you.
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Pocas mentes en la historia de la economía han sido más brillantes e influyentes que la de Milton Friedman. Por lo mismo, pocas han sido más caricaturizadas y detestadas por la izquierda. En momentos en que Chile entra en la pendiente sin fondo del populismo, rescatar a Friedman no es un gusto académico, sino una necesidad. Después de todo, fueron las ideas que él defendió de manera tan apasionada las que evitaron que nuestro país siguiera el ruinoso camino propuesto por izquierdas y derechas en el pasado.
Lo primero que la historia intelectual de Friedman nos enseña es que no se debe hacer concesiones a los socialistas por el afán de caer bien o ser políticamente correctos. En un país en que quienes no son socialistas se acomplejan de defender lo que creen, el ejemplo de Friedman, que jamás transó con el fin de ser más popular, resulta esencial no solo para entender por qué estamos cerca de arruinarlo todo, sino para saber cómo actuar hacia el futuro. Friedman iba de frente, sin temor, sin complejos y sin importarle lo que la mayoría pensara de lo que decía. Fue precisamente esa actitud honesta y ganadora la que lo convirtió en el intelectual público liberal más influyente de la segunda mitad del siglo pasado.
Como Hayek, era un convencido de que las ideas mueven a la sociedad. Por eso, a pesar de haber ganado el Premio Nobel y de haber sido un académico extraordinario, no dudó en asistir a cuanto debate pudo, en escribir libros de difusión para el lector no especialista e incluso, en hacer programas de televisión. Tampoco dudó en culpar a los empresarios del tránsito que los países hacen hacia el socialismo, cuando correspondía.
En un notable artículo titulado "El impulso suicida de la comunidad empresarial", Friedman argumentó que lejos de apoyar económicamente a aquellos que defienden la sociedad libre, la mayoría de los empresarios buscaban congraciarse con intelectuales, ONG y grupos que trabajaban en socavar los fundamentos institucionales que sostenían el mercado, precisamente el sistema que les permitía a ellos alcanzar la posición que tenían en países avanzados. ¿Le suena conocido?
A Friedman lo necesitamos, además, porque sus argumentos siempre eran impecables desde el punto de vista lógico y empírico. En tiempos en que la evidencia ha pasado a ser el borrego de sacrificio de la histeria igualitaria, la racionalidad y contundencia de Friedman nos ayudaría a terminar con la famosa posverdad que tanto explotan los demagogos, para evitar las discusiones técnicas en las que se ven perdidos. Esa misma racionalidad nos serviría también para deshacernos del utopismo emotivo que define a la discusión pública actual sirviendo de caldo de cultivo para el populismo. Nos recordaría que los recursos son limitados y que no basta con querer que las pensiones, por ejemplo, sean altas para que estas lo sean. En otras palabras, domesticaría nuestros febriles deseos de abundancia para todos, que es precisamente lo que promete el populista, sin explicar cómo lo logrará y sin evaluar las consecuencias no intencionadas de sus desastrosas medidas. Friedman nos mantendría así en los fríos, pero razonables límites de lo posible.
En esa misma línea, el profesor de Chicago nos ayudaría a entender nuevamente que el Estado, aunque necesario, en general, es causa de muchos problemas y que no existen ángeles que velan por el bien común en el gobierno. Reconoceríamos que los políticos, burócratas y receptores de beneficios estatales forman un "triángulo de hierro" que vive a expensas del resto y que persigue su interés como cualquier otra persona, creando programas, presupuestos y posiciones bajo el pretexto de servir al bien común, cuando el objetivo real suele ser el opuesto. Pero más importante aún: Friedman nos ayudaría a entender que la libertad debe defenderse, porque es el mejor camino para lograr el progreso de la sociedad y porque es un valor en sí mismo. En un país obsesionado con la igualdad y empeñado en librar de responsabilidad por su propio destino a los ciudadanos, Friedman sería un golpe imprescindible de madurez y sensatez.
Por último, Friedman nos sirve de ejemplo, en un campo que los socialistas suelen atribuirse: el de la solidaridad. Mientras los socialistas e igualitaristas predican la solidaridad con el dinero ajeno y gozan sin pensarlo dos veces de los manjares más exclusivos del capitalismo, Friedman dejó su fortuna a causas filantrópicas cuando murió. Y es que, como Adam Smith, Friedman pensaba que el ser humano tenía una inclinación a preocuparse de sus semejantes, especialmente los más desfavorecidos, y que nadie mejor que la sociedad civil y la acción voluntaria de las personas podía canalizar ese impulso. Lo predicó y lo practicó. En suma, leer a Friedman resulta necesario para retomar las ideas y conductas que han sido esenciales para la prosperidad en todos los tiempos y los lugares en que esta se ha dado, y que en Chile parecemos querer liquidar en manos de demagogos y fabricantes de miseria.
EN UN PAÍS OBSESIONADO CON LA IGUALDAD Y EMPEÑADO EN LIBRAR DE RESPONSABILIDAD POR SU PROPIO DESTINO A LOS CIUDADANOS, FRIEDMAN SERÍA UN GOLPE IMPRESCINDIBLE DE MADUREZ Y SENSATEZ.
Con un discurso que evoca la campaña a alcalde de Jurassic Park, el candidato Alejandro Guillier, al aceptar la nominación del Partido Socialista, decidió emprenderlas contra los inversionistas extranjeros, criticando "las fuerzas voraces de las transnacionales que explotan a nuestra gente". Muchos políticos buscan ese villano que les permita unir las energías nacionales en una lucha contra enemigos tan monstruosos como irreales. De esta manera, primero, crean un enemigo y, después, se ofrecen como salvadores. Lo hizo Hitler con los judíos, Stalin con los contrarrevolucionarios y Fidel con los imperialistas. Recuerdo que Allende culpaba de nuestros males a la ITT, que era una empresa que hoy está tan obsoleta como el discurso de Guillier, porque vendía telefonía fija.
Parece que el senador no se ha enterado que en un mundo integrado al comercio internacional, está lleno de transnacionales chilenas invirtiendo afuera y extranjeras invirtiendo en Chile. Tampoco parece saber que entre las 50 mejores empresas para trabajar en Chile (www.greatplacetowork.cl), más de la mitad son transnacionales. Guillier nos confunde describiendo empresas bipolares, que tratan fantástico a sus empleados, mientras vorazmente engullen a clientes, proveedores y al país que los acoge.
El senador ignora que las empresas transnacionales más exitosas son todas empresas de la nueva economía que no se comen a nadie, como Google, Amazon, Microsoft y Facebook. Estas son empresas que facilitan nuestra forma de comunicarnos, mejoran nuestra calidad de vida y tratan muy bien a empleados y clientes. Lo mismo las transnacionales chilenas, como Falabella, Parque Arauco o Cencosud, son todas empresas de servicios, cuyo éxito está asociado a que satisfacen nuestras necesidades y no a que nos devoran. El candidato parece seguir pensando que las mineras que explotan nuestro cobre, de alguna manera, lo hacen con más apetito que empresas nacionales como Codelco. Efectivamente, la rentabilidad es mayor en las mineras privadas que en Codelco, pero esto se debe más bien a la voracidad de los sindicatos de Codelco que engullen la plata de los chilenos, que al apetito de las transnacionales.
Ahora bien, efectivamente, hay transnacionales que despiertan nuestra voracidad, como McDonald's, Pizza Hut y Subway. Hay transnacionales que nos calman la sed, como Coca Cola, Heineken y Johnny Walker; otras que hacen nuestro campo más productivo, como Syngenta o Monsanto, o las que nos curan las enfermedades, como Bayer, Johnson&Johnson y Pfizer. Esta última, que inventó la pastilla azul, es responsable de la creciente voracidad sexual de nuestros abuelos, que hace que muchos se parezcan a los pitufos o a los habitantes de Avatar. Hay transnacionales que visten a nuestras mujeres, como Zara, Victoria Secret y H&M, o a nuestros deportistas, como Nike, Under Armour o Adidas, que paradojalmente vestía al mismo Fidel, que lucía orgulloso su buzo de esa marca, cada vez que lo entrevistaban.
Algo tienen las transnacionales que en el imaginario de la izquierda troglodita son culpables de todos nuestros males. Como que el candidato Guillier de tanto estar en televisión empezó a confundir ficción con realidad. Los malos de las películas de James Bond, se encarnaron en perversos de la vida real, que además se han hecho el propósito de hacernos la vida miserable. Transnacionales como 3M que nos regaló el Post-it, Apple con el iPad y Direct TV con el pay per view, en realidad, tras una careta de amabilidad tienen una escondida agenda de humillar y explotar a sus trabajadores y clientes.
Lo paradojal es que mientras nuestros vecinos, Perú y Argentina, tratan de atraer inversión transnacional, el candidato Guillier busca espantarla. Por eso no es raro que nuestra inversión vaya en caída libre y el crecimiento sea el peor de los últimos 30 años.
Yo recomiendo a todos aquellos que compartan la idea del senador, que si no pueden contra ellas se unan a ellas. Para eso, basta que se aprovechen de una de las ventajas del capitalismo y compren acciones, porque todas las transnacionales están listadas en bolsa y tienen acciones disponibles para los que compartan su voracidad.
La Araucanía y sus falsedades
Se ha anunciado para los próximos días la entrega de un informe relativo a los problemas que aquejan a las tierras de Arauco y la formulación de medidas políticas. Estas suelen basarse en conceptos vulgares repetidos hasta el cansancio, como es la idea de una "deuda histórica" y la necesidad de que todos reparemos ese perjuicio. Habría, además, una cultura ancestral que debe valorizarse.
Para empezar, hay que tener en cuenta que los araucanos, mal llamados "mapuches", son mestizos con una fuerte carga blanca, igual que todos los chilenos de norte a sur. Somos descendientes de los conquistadores, los atacameños, los diaguitas, los picunches, los pehuenches, los huilliches y otras agrupaciones. Todos ellos han sido parte de una nación física y culturalmente unitaria, que ha construido una república exitosa.
¿Qué razón habría para trazar una política privilegiada para la gente de Camiña, Paihuano, Tiltil, Perquilauquén y aun los suburbios de Santiago? Todos ellos merecen un trato igual.
¿Quién está en deuda con quién?
Ya en la época colonial, en el siglo XVIII, el mestizaje era un hecho consumado y en todas partes se hablaba el castellano, salvo unos pocos bolsones aislados.
Desde los años mismos de la Conquista, los araucanos comenzaron a recibir los beneficios materiales y espirituales de una civilización superior. El hierro, los géneros bien elaborados y nuevas ropas, toda clase de herramientas y el arado, primero de madera y luego con guarnición metálica; el caballo, los vacunos, las ovejas, los cerdos y las cabras, constituyeron capital valioso, y la alimentación se transformó con el trigo, la cebada, las legumbres y toda suerte de árboles frutales. La economía dejó de ser de subsistencia y tuvo relaciones de mercado con el resto de Chile y lugares más distantes.
Entraron la moneda y dos productos de gran demanda interna: el vino y el aguardiente, que impulsaron la embriaguez casi permanente e influyeron en el entusiasmo bélico y en la depravación social interna.
Considerando todos esos bienes, cabe discutir quién está en deuda con quién.
Desde el punto de vista espiritual, el aporte invasor no fue menos importante. El cristianismo introdujo la creencia en un solo dios, justiciero y misericordioso, que imponía la bondad y el buen trato, organizaba la familia, amparaba la justicia y el respeto al Estado.
En esa forma se desplazaron mitos y creencias, la hechicería, venganzas y sacrificios humanos, la acción maligna de los machis y muestras de canibalismo.
No estará demás recordar que en 1960 se sacrificó a un niño para aplacar la ira de un dios que señoreaba los maremotos.
Actualmente hay sacerdotes, incluso en las instancias gubernativas, que apoyan la mantención de la cultura ancestral. Cabe preguntarse si aceptan aquellas antiguas manifestaciones y el retiro del cristianismo, en cuyo caso estaría justificado el incendio de iglesias y quizás cuántas otras fechorías.
Hoy día los mestizos de araucanos se declaran mayoritariamente cristianos y quizás no sería conveniente quitarles esa creencia.
Guerreros: Uno de los mitos más tenaces
Otro aspecto que ha llevado admiración hacia los antiguos araucanos es su valor como guerreros, que constituye uno de los mitos más tenaces y falsos de nuestra historia. Ercilla inició la leyenda y en época más reciente la continuó el general Indalicio Téllez con su ensayo "Una raza militar", apresurado en los datos e inconsistente desde el punto de vista de la teoría.
Ercilla se propuso exaltar "el valor, los hechos, las proezas de aquellos españoles esforzados", reconociendo a la vez la categoría bélica de los araucanos, porque de esa manera realzaba aún más el mérito de los conquistadores. Pero también hubo cronistas españoles que desvirtuaron la calidad guerrera de los nativos. A comienzos del siglo XVII, Alonso González de Nájera desmiente asertos de Ercilla al referirse a la prestancia física de los indígenas de Chile, y en su análisis de la táctica demuestra que sus victorias se debieron a las características accidentadas del terreno, las selvas, los ríos, los pantanos y el clima lluvioso.
Es cierto que en varias ocasiones los araucanos tuvieron grandes victorias, pero también las tuvieron los castellanos. Debe tenerse en cuenta que, a la llegada de Valdivia, la población de la Araucanía era de unas 500 mil personas, mientras en todo el siglo XVI no llegaron a Chile más de unos 5.000 hombres. Generalmente los choques armados eran entre decenas de miles de indios y unas pocas decenas de conquistadores. Y, aún así, estos últimos eran vencedores no pocas veces.
En las grandes rebeliones indígenas, las ciudades y los fuertes, que solo contaban con unos cuantos cientos de soldados, resistieron largamente la embestida de las hordas, y si finalmente cayeron se debió a la falta de recursos.
La llamada Guerra de Arauco estuvo lejos de ser el fenómeno permanente que se cree. Durante un siglo tuvo un carácter tenaz, pero luego decreció y transcurrieron periodos de veinte, treinta o más años en que reinó la paz.
De la lucha a la convivencia fronteriza
La lucha fue reemplazada por la convivencia fronteriza, por lo menos desde 1655, produciéndose relaciones de todo tipo que ayudaron a la incorporación definitiva de los araucanos, ya transformados en mestizos. Durante la República recrudeció momentáneamente la lucha, pero finalmente se produjo la incorporación, que concluyó con la refundación de Villarrica, en 1882.
Los descendientes de araucanos fueron un objeto de preocupación del Estado dentro de la política de integración de su territorio. Vastos espacios de sus tierras fueron reconocidos como reducciones, donde su propiedad quedó protegida. Hubo, a la vez, enajenación de tierras por voluntad de sus antiguos poseedores, procediéndose legalmente y bajo vigilancia del Estado; pero ocurrieron inevitables abusos por parte de los dominadores y también por parte de los nativos. Los pagos eran engañosos, hubo apropiación de mayores terrenos que los estipulados y los mestizos de araucanos, por su parte, vendían tierras que no les pertenecían o alegaban que en lugar de vender solo habían entregado en arriendo.
Por otra parte, durante el avance final, diversos caciques cercanos a las fuerzas chilenas cedieron gentilmente terrenos para la erección de fuertes y empastadas naturales para la mantención de las caballadas.
Ese fenómeno tenía viejas raíces, databa desde mediados de la época colonial, cuando algunas tribus se transformaron en "indios amigos" que colaboraban con los invasores para obtener ventajas, animales, alimentos, objetos que llamaban su atención y alcohol. A cambio de ello despejaban los senderos, cavaban fosos, ayudaban a cruzar los ríos y proporcionaban leña y pasto. Llegaron a formar cuerpos auxiliares y casi permanentemente lucharon junto a los invasores en cantidades apreciables, transformándose en enemigos feroces de sus hermanos de sangre. La existencia de esas tribus y sus caciques se explica porque el pueblo araucano carecía de unidad, solía haber disputas sangrientas y el espíritu de venganza se mantenía por largo tiempo o permanentemente.
Desde mediados de los tiempos coloniales, los españoles comenzaron a designar "capitanes de amigos", cabos, sargentos y simples soldados que vivían junto a los caciques, los auxiliaban en la paz y en la guerra y participaban de sus costumbres.
Fueron verdaderas autoridades que los nativos acogían con gran interés y, como el sistema funcionaba tan bien, se pasó a designar un "comisario de naciones" que dirigía esa estructura y se entendía con los caciques. Estos últimos, además, comenzaron a recibir sueldo, eran los "caciques gobernadores" y eventualmente fueron incorporados a la planta del Ejército.
No cabe duda de que los araucanos fueron protagonistas de su propia dominación.
Los parlamentos
En la incorporación gradual a la dominación, la realización de parlamentos con los indígenas tuvo un papel importante. Eran reuniones que el gobierno español creó para mantener la paz y disminuir el gasto que significaba la guerra, cuando las finanzas de la corona no bastaban para mantener su poder en todo el mundo y cuando la riqueza de plata de Potosí comenzó a disminuir notoriamente. A la vez, se procuraba de esa manera reducir a los indios pacíficamente, de acuerdo con los principios del cristianismo.
Los araucanos solían pedir la realización de tales reuniones cuando las armas de españoles o chilenos los tenían en duros aprietos y, perseguidos en sus tierras, debían retirarse a los bosques, las montañas y los terrenos abruptos, abandonando sus rucas, bienes, ganados y cultivos.
A las asambleas acudían parte de los caciques y sus mocetones, y en ellas se ventilaban quejas y se establecían condiciones de paz que generalmente no se cumplían, principalmente por parte de los nativos.
Con el tiempo, sin embargo, los acusados fueron más respetados, facilitaron la convivencia, se reconoció a los caciques gobernadores y estos a las autoridades del Estado español y luego el chileno. Poco a poco, los indígenas iban sometiéndose al orden nacional. Después de las luchas de la Independencia y su desarrollo siniestro al sur del Biobío, tanto entre chilenos como entre los araucanos se sintió la necesidad de buscar la unidad y aunar los esfuerzos comunes. Se fijó al efecto la realización de un parlamento en Tapihue, en 1825, que resultó muy auspicioso.
Los caciques, con un grupo de sus hombres, llegaron corriendo a caballo en torno al campo, gritando "¡Viva la paz, viva la patria, viva la unión!" El cacique Mariluán, a nombre de todos, proclamó la necesidad de constituir una sola familia para vivir en paz y aumentar el comercio. Uno de los artículos señaló que el Estado comprendía desde el despoblado de Atacama hasta los confines de Chiloé y que todos sus habitantes serían tratados como ciudadanos chilenos. Los indígenas quedaban sujetos a las mismas obligaciones de los chilenos y a las leyes que dictase el Congreso.
Desde aquel momento, y pese a vicisitudes en adelante, la gente de la Araucanía quedó sujeta a la ley chilena.
La incorporación definitiva y la acción extensiva del Estado chileno significó para los nativos de la Araucanía y sus descendientes obtener toda clase de ventajas y con poco esfuerzo propio. Se construyeron caminos, puentes, vías férreas, puertos, casi todo financiado por el poder central. La educación básica, media, técnica y universitaria, se desarrollaron paulatinamente. Se crearon organismos administrativos, militares y policiales, hospitales y policlínicos. Las municipalidades ayudaron en el ordenamiento local. Empresarios grandes y pequeños, provenientes de afuera, modificaron técnicamente los trabajos agrícolas y ganaderos, crearon talleres e industrias, y dieron una vinculación sorprendente con la economía chilena y la mundial. Abrieron fuentes de trabajo a masas de hombres que no habían salido de la rutina y del ocio del campo.
No sorprende, en consecuencia, que los descendientes de araucanos se desempeñen en toda clase de oficios, sean empleados fiscales y de empresas privadas, tengan títulos universitarios y desde hace muchos años hayan sido jefes de servicios, parlamentarios y ministros de Estado. Algunos han estudiado en el extranjero y se han sumado a la voz del imperialismo. Otros han llevado su protesta a naciones extranjeras, donde se desconoce totalmente la realidad chilena.
86% vive en ciudades
La opinión vulgar en nuestro país desconoce casi por completo la realidad de los mestizos de araucanos. No saben que el 86% vive en ciudades, principalmente Santiago, Temuco y Concepción. Que solamente el 16%, habla el "mapudungún" (aunque deficientemente), que la inmensa mayoría desconoce sus ritos y tradiciones (Encuesta CEP, 2002). Sin embargo, se desea estimular esa cultura regresiva e ignorar que un número aplastante se declara cristiano, cumple con sus deberes cívicos y son de tendencia moderada.
Políticos y gente de gobierno oportunistas, periodistas necesitados de noticias, antropólogos y etnohistoriadores en busca de fama y necesitados de hacer carrera, han creado una falsa imagen de la Araucanía e impresionan al país.
Por sobre todo, se manejan vulgaridades y se ignoran las numerosas investigaciones publicadas desde hace más de treinta años que señalan una realidad completamente distinta.
La historia real puede ser olvidada.