martes, octubre 12, 2010

Artículo de mi hijo Pablo en El Mostrador

Todos entendemos la euforia general que se ha desatado con el inminente rescate de los mineros. Salvo algunos pocos que mantuvieron la esperanza en todo momento, la mayoría flaqueamos y estábamos preparados para que no hubiera sobrevivientes. Pocos días antes de ser encontrados, El Mercurio en primera página del suplemento Reportajes señalaba citando la opinión de expertos una probabilidad de 2% que estuvieran con vida. En otras palabras, estaban muertos.

Pasar de la desazón y de la idea de convertir a la mina en un santuario tal como se había hecho en Méjico, a estar a días que los treinta y tres puedan retomar sus vidas junto a sus familias explica con largueza el interés y apasionamiento con que el país ha seguido cada uno de los detalles del proceso. A esto se suma el hecho que el rescate ha pasado a ser una noticia global y sabemos cuánto nos importa lo que opinen de nosotros. Estuvimos y estaremos en todas las portadas de diarios y noticieros de todo el mundo por un hecho que combina el trabajo bien hecho y el temple de un grupo de chilenos, bálsamo para nuestros inseguros ojos y oídos.
Sin embargo, debemos estar conscientes que esta historia no termina el día que salen a la superficie. Hay toda una vida por delante para los mineros rescatados y como sociedad podemos ayudar a que esa vida sea mejor o peor. ¿Será mucho pedir sobriedad en lo que viene post rescate? Sí, esa misma sobriedad que han mostrado Golborne, Sougarret y los múltiples profesionales y técnicos que han trabajado silenciosa e incansablemente.

La imagen del Presidente agitando una bandera y coreando interminables ceacheís no le suma nada a él ni tampoco a los mineros y la incierta nueva vida que les viene por delante. No es fácil la contención en este caso, pero creo que vale largamente la pena, pues va a sentar en parte el tono del resto de la sociedad.

Nuestra epopeya bicentenaria será mucho mejor si los mineros no son parte del jurado de ningún festival, si la muchacha con silicona de turno no se enamora perdida y súbitamente de uno de los rescatados, si los programas de televisión tratan con respeto a sus familias y no los transforman en íconos desechables que lloran y reciben regalos de canal en canal, si las grandes marcas deciden no utilizarlos como rostros de la próxima campaña. Es natural que haya múltiples reconocimientos a los mineros pero varios sabemos distinguir la sana valoración de un circo comercial.

En este proceso el gobierno también puede ayudar y de paso ayudarse. El haberse expuesto, invertido recursos sin medir gastos, organizado eficientemente un proceso de alta complejidad y el haber dispuesto recursos humanos de primer nivel, legítimamente le da derecho a cosechar el éxito del rescate. Pero como todo en la vida, hay límites. Nada sería peor para el gobierno que aparecer haciendo aprovechamiento político de los mineros rescatados. Si hay algo seguro es que la oposición lo va a acusar de ello por lo que debe ser especialmente delicado y sobrio en su actuar.

Si el Presidente está de gira en Europa, cuando se concrete el rescate, qué mejor para él y su prestigio internacional. Esté donde esté, nadie va a dudar que este ha sido un desafío en que se ha involucrado en forma personal. Lo único que puede mermar su éxito en este tema es la sobre exposición; la imagen del Presidente agitando una bandera y coreando interminables ceacheís no le suma nada a él ni tampoco a los mineros y la incierta nueva vida que les viene por delante. No es fácil la contención en este caso, pero creo que vale largamente la pena, pues va a sentar en parte el tono del resto de la sociedad.

domingo, octubre 03, 2010

 
Vista del hoyo 9 de la cancha de la Montaña en Las Brisas de Chicureo.
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domingo, septiembre 19, 2010

Irrenunciable

En la carrera por incrementar los derechos, especialmente de los que se supone más débiles, se determinó otorgarles un feriado al cual no tenían derecho. Como nuestros sabios legisladores saben que sus protegidos son tontitos, supusieron que si sólo se les daba el derecho al feriado, los tontitos iban a sucumbir ante la presión de los empleadores y, renunciando a su libertad, se obligarían a trabajar.
Así, los que hubieran querido ganarse unos pesos más, no pudieron hacerlo, es decir, perdieron su derecho a elegir en qué usar su tiempo disponible en las fechas del Bicentenario.
No fueron consultados, y, en la orgía populista de tanto legislador estúpido, se cercenaron los derechos de muchos en aras de una pretendida acción de justicia que ojalá les quite votos pronto.

jueves, septiembre 02, 2010

(Columna de mi hijo Pablo)

24 de Agosto de 2010

Golborne: mundial

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PABLO LARRAÍN
Economista, MSc en Finanzas.
http://twitter.com/pdvn

Viajó al mundial de Sudáfrica durante una semana con sus hijos a tres meses de iniciado el gobierno cumpliendo con parte de una promesa familiar. Sobraron los epítetos para mofarse y ridiculizar el compromiso con el servicio público del ministro. ¿Cómo era posible que tras el terremoto, y en medio de la discusión del royalty, Golborne fuera a ver a la selección? El que hubiese acortado el viaje, planeado y prometido a sus hijos con meses de antelación, era irrelevante para los dueños del patrimonio de como servir al Estado.

-Bueno, qué se puede esperar de un ex gerente del retail, el Estado de Chile no es un supermercado ni una tienda de departamentos –señalaban, con voz engolada, experimentados políticos opositores. Los del propio bando no ayudaban mucho recordando cada vez que podían la inexperiencia política de alguno de los ministros del nuevo gobierno. Golborne era uno de los primeros ejemplos para la falta de redes y conexiones en el intrincado entramado de la política nacional.

Para sorpresa de muchos, frente a la adversidad apareció en forma transparente lo mejor del ministro de Minería: el liderazgo para administrar una estructura compleja con muchas partes que no se conocían y que había que articular en muy breve tiempo.

Sus asesores desesperados -tienen que haberlo estado para proponer algo tan descabellado– plantearon cambiarle el nombre al ministro para mejorar su reconocimiento por parte de la opinión pública. De Laurence pasaría a ser Lorenzo, que tenía el valor agregado de ser el santo patrono de los mineros. La cordura se impuso y la idea fue desechada.

El asunto no mejoró mucho con su estentórea risa en medio de una conferencia de Lagos Weber y Escalona. Las reacciones de los senadores concertacionistas no se hicieron esperar ¡irresponsable! ¡carente de respeto republicano! La falta era muy grave, el ministro se había reído. La guinda del postre fue el fracaso en la aprobación de la modificación del royalty a la minería como fuente de financiamiento a la reconstrucción. Las horas que pasó en el Congreso Golborne, explicando e intentando negociar con tirios y troyanos no fructificaron y la propuesta finalmente se cayó.

Las críticas sólo aumentaban. Pocos se acordaban de la carrera meteórica en la empresa privada, primero en Gener y luego en Cencosud, que lo llevó a ser reconocido como el ejecutivo más destacado del país. El hecho que fuera uno de los pocos ministros del gobierno que podía mostrar elementos palpables de meritocracia en su ascendente carrera tampoco parecía importarle a nadie. Golborne no servía para la política y vino el derrumbe.

De un día para otro quedaron atrás las negociaciones de pasillo y los trucos de los asesores comunicacionales. El ministro estaba a cargo de liderar el intento de rescate de los treinta y tres mineros atrapados en la mina San José.

¿Sería el indicado este ex gerente de nombre impronunciable, que viajaba a ver el fútbol, que se reía o que fallaba en las negociaciones políticas?

Para sorpresa de muchos, frente a la adversidad apareció en forma transparente lo mejor del ministro de Minería: el liderazgo para administrar una estructura compleja con muchas partes que no se conocían y que había que articular en muy breve tiempo, la inteligencia y sencillez para ponerse en un segundo plano dejando a los técnicos que actuaran y hablaran de lo que él no sabía, la emoción de quien está honestamente comprometido con la labor que está acometiendo, la delicadeza y compromiso con los familiares de los mineros atrapados para explicarles día tras día los avances y retrocesos – estamos haciendo todo lo humanamente posible– repetía en cada entrevista el ministro y uno le creía. Su pena era pena. Su preocupación era preocupación. Su cansancio era cansancio. A nadie le cabía duda. Un trabajo hecho con todo el rigor necesario y con toda la humanidad requerida. Un trabajo bien hecho, muy bien hecho.

Quizás lo que mejor grafica a Laurence Golborne, es el instante en que abre la carta, que viene amarrada en la sonda, del minero Mario Gómez a su mujer. Comienza a leer en voz alta y llegado a un punto dice –esto es personal, hay que guardarla-. Hay mucha grandeza, respeto y dignidad en ese gesto. Todo lo que los mineros atrapados no recibían en su trabajo.

miércoles, abril 21, 2010

La estafa de Goldman Sachs (Paul Krugman)



ELPAIS.COM

PAUL KRUGMAN

Saqueadores con mocasines

PAUL KRUGMAN 20/04/2010

El pasado octubre, leí una viñeta de Mike Peters en la que un profesor pide a un alumno que construya una frase en la que se utilice la palabra "sacks"

[del verbo to sack: saquear, en inglés]. El alumno responde: "Goldman Sachs".

Y efectivamente, la semana pasada, la Comisión del Mercado de Valores (la SEC, por sus siglas en inglés) acusaba a los tipos de Goldman, por mucho mocasín de Gucci que lleven, de dedicarse a lo que equivale a un saqueo de cuello blanco.

Utilizo el término saquear en el sentido en que lo usan los economistas George Akerlof y Paul Romer en un informe de 1993 titulado Saquear: El hampa económico de la bancarrota con ánimo de lucro. En ese informe, escrito en la época posterior a la crisis de las cajas de ahorros durante los años de Reagan, se afirmaba que muchas de las pérdidas de esa crisis eran consecuencia de un fraude intencionado.

¿Se puede decir lo mismo de la crisis financiera actual?

La mayor parte del debate sobre el papel del fraude en la crisis se ha centrado en dos formas de engaño: los préstamos depredadores y la distorsión de los riesgos. Claramente, se engañó a algunos de los prestatarios para que aceptaran préstamos complejos y caros que no entendían, proceso facilitado por los reguladores federales de la era de Bush, que no limitaron los préstamos abusivos e impidieron que los Estados tomaran medidas por su cuenta. Y, en su mayoría, las entidades que ofrecían préstamos subpreferenciales no se hacían cargo de los préstamos que concedían. En lugar de eso, vendían los préstamos a inversores, en algunos casos seguramente a sabiendas de que la posibilidad de pérdidas futuras era mayor de lo que creía la gente que compraba esos préstamos (o valores basados en los préstamos).

Lo que estamos viendo ahora son acusaciones de una tercera forma de fraude.

Hace tiempo que sabemos que Goldman Sachs y otras empresas sacaron al mercado valores respaldados por hipotecas y pretendían al tiempo obtener beneficios apostando por la caída en picado del valor de esos títulos. Sin embargo, esta práctica, aunque podría considerarse reprensible, no era ilegal. Pero ahora, la SEC acusa a Goldman de haber creado y sacado al mercado valores deliberadamente diseñados con la intención de que se hundieran, para que clientes importantes pudieran sacar dinero de ese fracaso. Eso es lo que yo llamaría saqueo.

Y Goldman no es la única empresa financiera acusada de hacerlo. Según la página web de periodismo de investigación ProPublica, ganadora de un Pulitzer, varios bancos contribuyeron a comercializar inversiones diseñadas para fracasar en nombre del fondo de cobertura Magnetar, que apostaba por ese fracaso.

Entonces, ¿qué papel desempeñó el fraude en la crisis financiera? Ni los préstamos depredadores ni la venta de hipotecas con falsos pretextos causaron la crisis. Pero sin duda la agravaron, tanto al ayudar a inflar la burbuja inmobiliaria como al crear una reserva de activos cuya conversión en basura tóxica una vez explotara la burbuja estaba garantizada.

En cuanto a la supuesta creación de inversiones pensadas para fracasar, es posible que éstas hayan multiplicado las pérdidas de los bancos que eran la parte perdedora en estos acuerdos, y profundizaran así la crisis bancaria que convirtió la explosión de la burbuja inmobiliaria en una catástrofe para toda la economía.

La pregunta obvia es si el tipo de reforma financiera que se plantea ahora habría prevenido parte de o todo el fraude que ahora parece haber prosperado en la última década. Y la respuesta es sí.

Para empezar, una oficina independiente de protección del consumidor podría haber ayudado a limitar los préstamos depredadores. Otra cláusula incluida en el proyecto de ley del Senado, que requiere que las entidades crediticias conserven un 5% del valor de los préstamos que realizan, habría limitado la práctica de conceder préstamos incobrables y venderlos rápidamente a inversores incautos.

Está menos claro si las propuestas de reforma de los derivados -que principalmente incluyen la exigencia de que los instrumentos financieros, como las permutas de riesgo de crédito, se vendan abierta y transparentemente, como los bonos y las acciones ordinarias- habrían evitado los supuestos abusos de Goldman (aunque probablemente habrían evitado que la aseguradora AIG perdiera el control y necesitara un rescate financiero). Lo que sí podemos decir es que más nos vale que el borrador final de la reforma financiera incluya medidas que eviten este tipo de saqueo; en particular, debería bloquear la creación de "obligaciones de deuda garantizadas sintéticas", unos cócteles de permutas de riesgo de crédito que permiten a los inversores asumir grandes riesgos con activos que no son suyos de hecho.

Sin embargo, la principal moraleja que deberíamos extraer de las acusaciones contra Goldman no guarda relación con la letra pequeña de la reforma; tiene que ver con la necesidad urgente de cambiar Wall Street. Al escuchar a los cabilderos del sector financiero y los políticos republicanos que han hecho piña con ellos, podría pensarse que todo irá bien mientras el Gobierno federal prometa no llevar a cabo ningún rescate más. Pero eso es un completo disparate, y no sólo porque ninguna promesa así sería creíble.

Porque el hecho es que gran parte del sector financiero se ha convertido en un chanchullo, un juego en el que un puñado de personas recibe sueldos espléndidos por engañar y explotar a consumidores e inversores. Y si no aplicamos mano dura contra estas prácticas, los chanchullos seguirán.